Sé auténtico II
No sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Colosenses 3:22.
Jesús no tiene problemas en tocar a un leproso, aun cuando las prescripciones higiénicas y cúlticas de la época prohibían el contacto con estos enfermos (ver Mat. 8:3). No se molesta cuando una mujer de mala fama derrama un costosísimo perfume sobre su cabeza y sus pies, aun cuando todos en esa fiesta la critican a ella por tal acto y a Jesús mismo por permitir semejante desfachatado trato para la cultura de la época (ver Luc. 7:36-50). Es decir, era suficientemente valiente para ser él mismo, sin importarle el aplauso o la descalificación ajenos.
Sin embargo, era cuidadoso, tierno y amable en su trato con la gente humilde y contrita, y “nunca dio a un alma sensible una pena innecesaria” (Elena de White, El camino a Cristo, p. 10). Procuraba no ofender innecesariamente incluso a los fariseos, cuando no había principios en juego ni personas que pudieran salir lastimadas (ver Mat. 17:27; 23:3).
Ser auténticos no significa no tener en cuenta la opinión de los demás, o la enseñanza de nuestros padres o incluso la voluntad de Dios para nuestra vida. Pero sí significa que todos los valores y las expectativas que nos transmiten la familia, la sociedad y aun la iglesia deben ser sanamente cuestionados por nuestro juicio crítico, y aquellos que consideramos que son correctos deben ser incorporados como propios, por convicción personal, y no simplemente por inercia social, porque “así me educaron” o “así lo dice mi padre, mi profesor, el presidente, el pastor, etc.” Y, aun en cuanto a la voluntad de Dios, para que esta sea efectiva y algo genuino en nuestra vida, debe ser incorporada como convicciones personales profundas. Ser auténtico significa que no hay un cortocircuito entre lo que sucede en nuestro interior y cómo nos manifestamos ante los demás. Significa poder conectarse con los propios sentimientos, pensamientos y convicciones, en vez de mantenerse alejado de ellos por la presión social.
Si pudieras ver una película con tu comportamiento diario y la forma en que te relacionas con los demás, ¿estarías satisfecho o te avergonzarías de ti mismo?
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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